A Antonio Haidar
Sr. Amuchásteghi:
Le escribo para decirle que renuncio. Ayer fui al entrenamiento y me
enteré de que otra vez me será negada la diez. Y yo creo que me la
merezco. Si bien la temporada pasada no hicimos un buen campeonato, no
falté a ningún entrenamiento; es más, los sábados que por alguna razón
no jugábamos, me iba a correr para seguir estando en forma y no tirar
los bofes como hacía más de uno. Que por qué salimos decimocuartos,
usted lo sabe mejor que yo, el mediocampo no corría a nadie, nuestro
arquero, que por suerte este año se muda con la familia a Canadá,
debería usar anteojos, y qué decirle de nuestro nueve. A quién se le
ocurre poner un nueve gordo. Sí, es verdad, tenía y tiene un buen
remate, pero nunca acertaba, de qué sirve ser un burro pateando si
necesita un arco iris para embocarla. Y usted insistía en ponerlo
teniendo al flaco Espejo en el banco, que está bien, será un poco vago
y le gustará la joda, pero hay que ver cuando ese pibe pisa el área.
Las veces que entró alguna diablura hizo y usted solo le daba diez
minutos. Si, ya sé, me va a decir que él siempre faltaba a los
entrenamientos y que en general no le hacía caso. Ahora, usted lo ponía
cuando el partido ya estaba terminado o el gordo no daba más. Por lo
menos los hubiera puesto juntos, en una de ésas mezclábamos habilidad y
fuerza. Pero no, usted nos hacía la gran Bielsa y mire que usted de
Bielsa lo único que debe tener es la locura, si me permite decirlo.
Pero bueno, para qué llorar sobre la leche derramada, las cosas son
así, va a encontrar muchos mejores que yo, o ya los encontró porque la
diez no es para mí. Además, eso de decirnos en los entretiempos “hagan
la que saben”, cuando lo único que sabíamos era perder, parecía una
broma de mal gusto. Perdóneme, pero los muchachos cada vez que se
acuerdan se cagan de risa. Y encima usted insistía en que yo era
zaguero central. Es más, cuando me iba al ataque me retaba como a un
chico. Oiga, usted nunca escuchó los aplausos cuando yo salía
gambeteando en el área o haciendo algún sombrero a lo Gamboa, nunca
observó los pases que metía en profundidad. No, a usted lo único que le
interesaba era si perdía alguna pelota, si pifiaba o me distraía en la
marca.
Sr. Amuchástegui: no tengo vocación para ser zaguero, no tengo vocación
para el sacrificio, yo soy un lírico. No le hubiera costado nada
probarme. Es cierto que de chico empecé en defensa y que me gustaba la
marca, morder, tirarme el piso, recuperar, pero a lo largo del tiempo
agarré confianza con la pelota y en el barrio, ¿sabe cómo me dicen en
el barrio? “gambetita”, como a Latorre, qué le parece. Me imagino que
no le parece nada, yo quería darme el gusto, ya no tendré más edad para
la división y no sé si el año que viene voy a estar. Más que nada yo
quería la diez por mi familia, por mi viejo que siempre soñó con
vérmela puesta. Pero no, hoy Arriaga nos repartió los números y a mi me
tocó el trece. ¿Ustedes me están cargando o quieren que me vaya? Otro
año más al banco, para entrar un ratito y para que por alguna boludez
me carguen de responsabilidades. Mire si sabré lo que es el banco que
en el nuestro ya no hay lugar para los chicles. Quédese usted con este
equipo, ponga la manija que quiera y que le vaya bien, yo no sé si voy
a seguir o me retiro. Mi viejo quiere que vaya a probar suerte a otro
lado. Me cuenta el caso de muchos, qué se yo. A lo mejor es algo
personal, me dice. Pero usted sabe como son los viejos, los hay
exigentes y de los otros, los apañadores, el mío es un apañador
exigente. Pero bueno, ése es mi problema, lo único que quiero que le
quede claro es que este año no contará más conmigo. Petinotti se raja,
hagan lo que puedan, ustedes y sus conciencias sabrán si hicieron bien
o mal, que tengan suerte, que levanten de una vez la puntería. A lo
mejor soy yo, seré mufa, no sé, pero no creo, nunca lo fui. Y si por
alguna razón esta carta lo hace pensar, llámeme, abajo le dejo el
número, yo sabré comprender. Todos cometemos errores, usted y el cuerpo
técnico no serán los primeros. De paso le pido un favor: mándele un
saludo a Galvani. Él siempre me carga, ya sé, pero lo debe hacer para
pasar por gracioso, creo que en el fondo me quiere. Le dejo mis
respetos.
Esteban Petinotti