En oportunidad de la presentación del libro en Montevideo, 14-10-2016
Escribir desde el esqueleto del absurdo Instalado en la playa lúdica del teatro, afincado en el juego de ida y vuelta de la palabra montada en el diálogo como un neo-sistema de trasfondo filosófico a la griega , Belottini decide alojarse en la patria del juego, del absurdo, de la revisitación de formas y mecanismos que considera aún vigentes, como los que marcaron a Ionesco, a Beckett, al veaudevil de entreguerras, a ciertos procedimientos que recuerdan al Brecht del “teatro en el teatro”. Es como si se hubiera decidido por un Ford T con el cual recorrer algunas calles del futuro, las de hoy, donde sus constantes con el ayer, en eterna repetición, afectan los territorios de la sociedad, la familia, el individuo, esas existencias sometidas a convenciones que perdieron sentido, a formas que olvidaron sus contenidos, a tristes clowns sin risa, su íntima alma despojada y apenas la roja y la blanca nariz ahora intercambiables en el círculo del eterno retorno. Sin embargo, el Ford T se aventura por caminos que inauguraron, para asombro de todos, aquellos autores de la conmoción del siglo XX, cuando el arte y por ende la literatura y el teatro se cuestionaron sus propios límites, sus para qué, su qué hacer con el trazo y la palabra, las reglas de un pasado que voló por los aires, la incertidumbre de su presente, que junto al dolor y la destrucción, dejaba al descubierto el esqueleto del absurdo. Guerra, entreguerra, nueva guerra… y un siglo después, como en el tango, todo vuelve a repetirse. Cosa que tal vez ignora la muchachita dulce y rubia, ahora clonada por la globalización, como lo ignoran en su íntimo sobrevivir los pares sociales, las familias que ya no son, los laburantes de un sistema que aún conservan en esa cotidiana esclavitud de oficina la aprovechada venganza de la risa y el cuchicheo alrededor del cadáver de aquel que se animó a ser. En vez de una opción por el aggiornamento teutónico que domina buena parte de la escena experimental argentina, afortunadamente no mucha sino la que hace más ruido, los textos de Fernando emergen desde la palabra que surge de aquel esqueleto del absurdo que aún hoy, igual que ayer, da dirección a las vías de intercambio - tan real como virtual o tan virtual como real- en este ahora tan local como global. Así, dos personajes A y B, un banco y un árbol, hablan de cosas que otros personajes Cresta Roja y Cresta Azul vuelven a compartir cuando salen de sus dos respectivos huevos e ignoran a qué especie pertenecen y que reviven de otra forma en CC y CR, un botellero y un abogado, respectivamente, transformados en carne mediática en falsa competencia, como Sísifos que empujan la inamovible roca de esa trampa de multitudes que es En círculo, que encierra el juego del teatro en el teatro, permite el desarrollo de una ficción escénica que remite a los huecos sin respuesta de esta cotidianeidad marcada por los torpes códigos de un hombre reducido a sobrevivir en los contextos sin sentido de los que parece que ha fugado la capacidad de ser. Así, la nostalgia, la compasión, la hamartia, finalmente se apoderan de la sonrisa que aún conservamos al final de cada pieza. Interesante. Raro. Como los que nos reunimos aquí. En estos encuentros, a veces, como en este caso, sorpresivamente un Señor A y un Señor B intercambiando dramaturgias, vidas, palabras y buen entenderse ¿raro, no? Luis Masci Montevideo, 7 de octubre de 2016 |
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