Página de Fernando Belottini
Lectura de "Textos sin destino" por Marcelo Leites |
TEXTOS SIN DESTINO, de Fernando Belottini (Leído en la presentación en Concordia, 16-06-10) No es fácil para mí, que vengo del terreno de la poesía, presentar un libro de cuentos. Pero nobleza obliga, y no podía dejar de acompañar a mi amigo Fernando. Trataré entonces de cumplir decorosamente mi misión. TEXTOS SIN DESTINO se lee de un tirón. Quiero decir que es un libro de lectura amena. Y esto sólo se consigue cuando hay un dominio de los recursos literarios. Lo primero que pude observar es que el lenguaje es llano, coloquial, urbano. Y el tono tiene esa levedad que proponía Calvino y ligeros toques humorísticos. Parece el registro de habla que usamos cotidianamente. Sin embargo sabemos que esto es ficción, como toda obra literaria que se precie de tal. Justamente, el hilo delgado que separa la realidad de la ficción es el eje sobre el que se vertebran la mayoría de los cuentos de este libro. El desplazamiento entre lo que aparece como “real” en cada historia y lo que surge como misterioso, fantástico o absurdo, de ese mismo ámbito “real”. Así sucede en SEGUNDA MUDANZA, donde un estudiante se muda a un departamento donde todo transcurre con normalidad excepto por los ruidos extraños que parecen venir del departamento vecino a través de un agujero que hay en el placard, departamento donde vive Gregorio (un guiño al inmortal personaje de Kafka); en la PIEDRA BLANCA, donde dos vecinos descubren una gran piedra blanca en el medio de la calle y en muchos cuentos más. Pero donde el cruce entre realidad y ficción llega a su paroxismo es en uno de los mejores cuentos del libro: AGUERRE CONTRA MANFREDI y el cuento ubicado inmediatamente antes en el libro: UN HOMBRE EFECTIVO, que también convendría leer en ese orden y juntos, pues funcionan como historias paralelas, como un cuento dentro de un cuento o como el juego de las cajas chinas. Un hombre efectivo es la historia de un contador que trabaja en una fábrica de acoplados y, en sus ratos libres, se convierte en un asesino a sueldo. Casi nunca falla. Lleva una estadística de su efectividad para matar. En Aguerre contra Manfredi, se narra la historia de Manfredi, un empleado municipal, autor del cuento del contador, que al publicarlo en el periódico, ocasiona la demanda de Aguerre, que da la casualidad es el único contador que trabaja en la única fábrica de acoplados de la ciudad, y uno de los amigos íntimos de Manfredi. La historia se deriva en intrigas cada vez más jugosas, porque si hay algo que domina diestramente Belottini es el suspenso, queremos saber dónde va a concluir el relato y qué pasará con los personajes. Lo más interesante de los dos cuentos, es la exploración de la doble vida, que nos lleva a preguntarnos hasta dónde podríamos llegar o cuáles son los límites entre la profesión y la ética, las relaciones que se establecen entre el escritor y los lectores, entre el escritor y su medio ambiente, entre el escritor y sus amigos, y la especulación irónica sobre la trascendencia que puede tener la literatura para alterar la realidad cotidiana. Pero aquí el escritor sigue siendo el personaje de un cuento: un invento de otro invento como dice el mismo Manfredi (acaso un alter ego del autor), pero personaje, al fin. La única excepción donde Belottini toma la palabra como autor, es en el impactante final de “Ascenso inoportuno”, parodia de la reciente desaparición del limbo decretada por el Vaticano, cuando las almas de José y del custodio del limbo, sin saber dónde ir, “aterrizan” en la casa del autor, y le cuentan la historia que acaba de narrar, entonces él, concluye diciendo: Ambas almas están sentadas con las piernas cruzadas en un sofá que está detrás de mí. Yo sigo con mi trabajo, poco pesan para molestarme, han llegado contando lo sucedido y ahora me consultan por una respuesta, una salida. Deberían saber que yo no soy un narrador omnisciente no tengo la fortuna de intervenir en el Más Allá, ni en ninguna otra cosa por el estilo. (Pág.111) Por otra parte, este es el único de todos los cuentos escrito en tercera persona. Hay en Belottini una fe en la historia. Contar una buena historia pareciera importarle más que los procedimientos narrativos. Sin embargo, esto es engañoso. El hecho de que los procedimientos o las técnicas del cuento no se noten, no significa que no estén. Belottini elige justamente desaparecer como autor y dejar hablar a sus personajes o tal vez debiera decir, al protagonista de cada una de las historias, que narra en primera persona. Generalmente, el relato es ulterior: Se cuentan sucesos que ocurrieron antes, por lo tanto abunda el pretérito. Los diálogos que aparecen son muy fluidos y reproducen el habla coloquial. Belottini parece seguir dos de los preceptos de Horacio Quiroga, en el Decálogo del perfecto cuentista: “Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste” y “Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno”. Por otra parte, los comentarios, observaciones o reflexiones sobre los sucesos, surgen de los mismos protagonistas. Algunos ejemplos: -Tanto lío por una piedra –me dijo- por qué mejor no levantás la mesa y me ayudás en la cocina. Que era su conclusión de todas las noches, cuando ella estaba cansada y yo también, cuando ella tenía derechos y yo también, cuando ella quería y yo no. O cuando yo quería y ella no. Y los días nos maltrataban. Esa noche no pude pegar un ojo. (Págs.43-44) El vuelo era tan apacible que daban ganar de tomar whisky, que en mi caso es como decir no me importa nada, un solo whisky bebido sin desayunar hace de mí alguien diferente o que al menos pretende ser diferente y en esa diferencia busco ese otro que soy, un hombre limpio, extendido, que utiliza recursos inesperados y a pesar de las ventajas que dan los otros, toma lo que puede como si no fueran ventajas sino acontecimientos amparados por la naturaleza. (Pág.51) Yo era «escritor» porque así me consideraba a mí mismo, y cargoseaba tanto a los amigos que no pertenecían al mundo literario que ellos terminaron aceptándome como tal, a sabiendas de que se trataba de un carro empujado por el fabricante. (Pág.60) —Usted dijo que se llamaba Mario, ¿verdad? Me sorprendió que al final de la frase usara la palabra verdad, porque en Concordia en esos casos decimos ¿no? o ¿no es cierto? (Pág.99) También las descripciones -poéticas en muchos casos-, surgen de los mismos personajes: Aquí van dos ejemplos: Además de la lámpara del sillón, uso esas linternas que se ponen con una vincha en la frente, juego a que soy un minero que descubre en su recorrido metales preciosos, así se trate de simples caries. El resto del consultorio, por contraste, parecía más oscuro, como si ambos estuviéramos dentro de una mina, fuera del mundo. La luz se reservaba para mis manos explorando, para nuestras cabezas tan cercanas y para el interior de la boca ofrecida. (Pág.38) Una noche, mientras miraba un partido de fútbol en casa, volvieron algunas imágenes. Vi un puente iluminado por donde transitaban automóviles dejando ríos de luz. La cara de un perro blanco, peludo, que se acercó y me lamió los ojos. El amanecer de un poblado junto al mar. Los pasillos de un gran supermercado vacío. Cultivos de lino meciéndose al viento. El trajín del centro de una ciudad. El reloj de una torre, ¿del Big Ben? El tumultuoso ingreso a una fábrica. Tropas avanzando en un territorio desértico. Un partido de fútbol en un estadio europeo. Un encuentro de tenis en una cancha de arcilla. Los moai de la isla de Pascua. Lava de volcán arrasando un bosque. Fotografías de personas y familias enteras. El patio de una cárcel. Hormigas devorando lo quedaba de una cebra. La Tierra desde un satélite. Personas manifestando. (Págs.80-81) Sigue además a su maestra, Alicia Steimberg, en cuanto a dos de sus principios fundamentales a la hora de narrar: la visualización y el relieve del texto. Los cuentos son muy visuales, el lector los “ve”, ve los personajes, las situaciones, los acontecimientos como si una cámara se los estuviera mostrando en diferentes escenas. En cuanto al relieve del texto, este aparece cada vez que la situación narrada pasa de cotidiana a misteriosa, absurda o fantástica: un hombre que puede ver lo que ocurre en su casa desde la oficina, a través de un microchip instalado en las terminales nerviosas de sus ojos conectado a unas cámaras ubicadas estratégicamente en su vivienda (Neil Armstrong); un fabricante de pelucas le cose una peluca a una clienta que cuando despierta termina creyéndose la actriz Halle Berry, que fue el modelo de peluca que utilizó el artesano (El color y la forma), etc. Muchas de estas historias transcurren en Concordia, es fácil identificar por ej. el “bar San Carlos”, con el “Ideal”, es fácil también identificarnos con términos bien nuestros, como “gurí”, y giros coloquiales como “dejate de joder”, podemos reconocernos sin problemas en los personajes. En el último cuento, El peso de lo obvio, uno de los personajes es un hombre sin cabeza que vive en Concordia, de lo que sólo se asombra el protagonista, nadie le presta atención y su mujer no le cree (los personajes femeninos tienen escasa capacidad para aceptar cualquier cosa maravillosa o fuera de lo común), lateralmente se desliza una crítica bastante feroz sobre nuestra vida comunitaria: parece que acá en Concordia puede ocurrir cualquier cosa extraordinaria, pero ya no somos capaces de verla, nos hemos acostumbrado como si fuera algo común, no podemos ver lo que está ahí al alcance de la mirada y del salto que no damos –como decía el gran Julio Cortázar –sin duda uno de los antecedentes de estos relatos, el otro es Juan José Saer y cierta narrativa norteamericana reciente-. Y para terminar digo que puede ocurrir algo extraordinario, es más, ahora mismo está ocurriendo un hecho extraordinario: se está presentando el libro de cuentos de Fernando Belottini, y a lo mejor pocos lo vemos o lo olvidamos pronto como si fuera un libro más. Bueno, por eso estamos acá: para celebrar este libro, con la atenta y fervorosa lectura que se merece. Esperemos que las excepciones aumenten y los TEXTOS SIN DESTINO lleguen a todos los lectores, destino final de todo buen libro y de un narrador argentino que a esta altura se ha vuelto insoslayable.
Marcelo Leites Concordia, junio, 2010
|
Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Obras Derivadas 2.5
.