Página de Fernando Belottini
Lectura de "Textos sin destino" por Stella Maris Ponce |
Textos sin destino, de Fernando Belottini (Leído en la presentación del libro en Concordia el 16-06-2010)
“Deben saber ustedes que el Más Allá tiene una particularidad. Cada quien, cuando muere, toma el destino de su creencia, como si la muerte fuera democrática.” (p.104) Esta afirmación aparece en el cuento “Ascenso inoportuno”, uno de los textos sin destino de Fernando Belottini. Más adelante, en el mismo cuento, encontramos este diálogo: “¿Y no sabe cuál es mi destino?” – pregunta el alma de José. “Ni sé el mío, cómo quiere que sepa el suyo” – contesta El Custodio del Limbo. “¿Y ahora qué hago?” – insiste el alma de José. “Qué sé yo, puede vagar por ahí como un alma en pena. O transformarse en fantasma, ganan bien” – responde El Custodio. Estas frases que cito vienen a cuento porque revelan algunas de las sutiles estrategias que despliega el autor para situar sus historias y sus personajes. Sutiles astucias, diría, parodiando el título de otro de sus libros, que resultan eficaces para delinear un tono narrativo ágil, ameno, cordial, exento de solemnidad y rico en matices. Aseveraciones genéricas que muestran verdades particulares, diálogos que desnudan el alma de los personajes, acotaciones que utilizan el humor y la ironía como dos armas poderosas para atenuar los dramas cotidianos o dar sentido a una existencia anodina. El autor se lanza al desafío de inventar y de inventarse y para ese salto crea redes de contención a través de la palabra. Como dice Hugo Mujica (en uno de sus libros, Lo naciente) “Creer es crear y crear es nombrar”. ¿Por qué Textos sin destino? – me pregunté apenas tuve noticia de este libro. ¿Textos sin finalidad definida? ¿Qué no estaban predestinados tal vez a un volumen? ¿Una suerte de borradores o experimentos a los que el autor consideraba quizá irónicamente con poca fortuna? ¿O acaso, destinados al azar de cada lector?, siguiendo la primera cita: textos con un destino democrático. Los doce cuentos aquí reunidos tienen unidad: forman un corpus en el que cada pieza intensifica el valor del conjunto. Tanto en lo temático como en el abordaje formal de cada historia hay coherencia, lógica interna y una sabia dosificación de realidad y ficción junto a exquisitas observaciones del entorno doméstico y del lenguaje coloquial. Todos estos síntomas de buena literatura y propios de un excelente narrador como es Belottini. Y en esa unidad que menciono hay algo esencial: la correspondencia entre vida y obra. Puede parecer una obviedad, sin embargo, encuentro en estos textos una conexión tan directa con la respiración y actitudes del autor que podría definirla como ese “andar” por el cual reconocemos a alguien aún de lejos. Justamente, hay en estos relatos un movimiento permanente: historias de mudanzas, viajes hacia afuera y hacia adentro, deseos de salir del pozo de la rutina, temores generados por una extraña piedra blanca, un asesino por encargo que pierde efectividad frente a su víctima, un cuento que causa el infortunio de un amigo del autor, un hombre que quiere sentir el prestigio de ser el primero en probar un invento, o el privilegio de imitar a famosos mediante implantes de pelo. Historias que suceden en Rosario, Córdoba, Buenos Aires y Concordia. Textos itinerantes como su autor, quien además de haber vivido en varias ciudades de la región ha visitado como ávido lector las más lejanas y variadas ciudades de la literatura universal, siendo esas entrañables e invisibles de Calvino que cita en el epígrafe un resumen de sus travesías. A medida que leía estos cuentos una canción resonaba en mí como una señal. Estos personajes, estas crónicas urbanas, podrían ser de cualquier lugar, de ningún lugar y de todos; las situaciones cotidianas que plantean estos cuentos, tan familiares y universales, se iban acompañando de música y recuerdos. Reuniones en las que Fernando generosamente compartía algunos de estos cuentos. El leía con fervor esa historia del hombre sin cabeza (del cuento El peso de lo obvio) y yo veía detrás del humor un vigoroso artificio para la invención con el que construye casas, sueños, fábulas de hombres comunes, donde se encarnan sus fórmulas de lo real y lo fantástico. En esas lecturas ya disfrutábamos como primicia anticipada y sin saberlo, este Fray Mocho de Cuentos. Fernando diciéndonos: “Uno no es del lugar donde nació, uno es del lugar donde vive”. Afirmando con esta reflexión que un hombre irradia su ser donde está y, por extensión, que los textos no tienen destino ni destinatarios, y a la vez son para todos, como ese Mónologo para Nadie incluido en el libro. Los textos van y vienen con uno, porque un escritor también es, y sobre todo, del lugar desde donde escribe y allí vive. La música sigue sonando pero ahora es reconocible: casi un blues y es de Los Beatles, “Nowhere Man” (Hombre de ninguna parte, de ningún lugar) Y esa letra tiene tanto que ver con la atmósfera que se respira en estas páginas … que podríamos sentarnos en cualquier lugar, con una copa de vino, tal vez un cigarrillo sin destino como el que aparece en la portada, la luz necesaria para leer y disfrutar los cuentos y la canción porque… Mi amigo Fernando es realmente un hombre de ninguna parte, y por lo tanto, de todas partes, sentado en su tierra de ninguna parte, que es la de todos, haciendo para nadie sus planes de ninguna parte, ¿no es un poco como tú y como yo?... Belottini, Hombre de ningún lugar, el mundo está a tus órdenes… y este libro lo demuestra.
(cantado) He’s a real Nowhere Man, Sitting in his Nowhere Land, Making all his Nowhere plans for nobody. Nowhere Man please listen, You don’t know what you’re missing, Nowhere Man, the world is at your command. Nowhere Man don’t worry, Take your time, don’t hurry, Leave it all till somebody else, lends you a hand. He’s a real Nowhere Man, Sitting in his Nowhere Land, Making all his Nowhere plans for Nobody.
Concordia, 16 de junio de 2010 Stella Maris Ponce
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