Creo
que LPS, con una calidad inesperada y gratificante para el
teatro concordiense, habla de la ficción (en tanto opuesto a
“lo real”) como remedio. En sí misma (y quizás como otra
función del teatro) la obra nos abstrae por un momento del
absurdo cotidiano y nos introduce en el grotesco mundo de
estas dos ex-bailarinas que luchan, aún con los
imponderables de sus físicos, para mantenerse en aquello que
le ha dado sentido a sus vidas. Cuando de sus vidas
ordinarias no queda nada que supuestamente tenga valor,
ellas insisten con el ejercicio de la danza y pretenden
sostener todo lo perdido: su posición social, sus
habilidades, sus parejas, cierta música, cierto espíritu
jovial. Y para eso utilizan una de las armas más preciadas
de lo pseudo-burgués: la hipocresía. Entonces ponen en
escena una solapada rivalidad que les hará caer en la cuenta
de que es más lo que tienen en común que los que las
separan.
Como muchos de los recursos que utiliza la dramaturgia,
asistimos a una revelación (climax) donde supuestamente Pura
y Justísima vendrían a ser abuelas de un nieto en común.
Pero eso no sería todo si no fuera porque la relación entre
sus hijos además de ser “clandestina”, bien podría ser
incestuosa. Y aquí actúan los mecanismos ficcionales dentro
de la obra para desmentirlo. Sus hijos no tendrían un padre
en común (esposo de una de ellas y amante de la otra), sino
que el padre de uno de sus hijos (el esposo) es un personaje
masculino protagónico de la recordada telenovela “La extraña
dama”, con lo cual lo pecaminoso queda a salvo y ellas
pueden continuar en la irrealidad de las convenciones
sociales.
Las actuaciones de Nardini y Quintana son soberbias,
absolutamente coherentes desde sus gestos, movimientos y
vestuario con las pretensiones de los personajes, lo cual
las hace “queribles” más allá de todo el odio de clase que
destilan, propio de la rancia clase media alta argentina.
Parodia extrema de lo burgués, asomarse a “La puerta
secreta” es comprender lo ridículo de ciertos disvalores y
para eso se vale de recursos humorísticos que a veces caen
en el cliché utilizando los tics de las “estrellas”
mediáticas. Pero que en el conjunto dejan ver eso que hace
que el teatro funcione. La conjunción de una ajustada
utilización del espacio, un por momentos gracioso juego de
luces, temas musicales, un texto que sabe transitar sin
sobresaltos distintos planos, economía de recursos para
decir más de lo que se muestra. Es decir: texto, dirección,
actuación y puesta, alineados.
No en vano, cuando escribo esto, estamos en presencia de una
representación que logró, quizás como nunca antes en el
teatro concordiense, sostenerse en el tiempo y trascender
nuestra acotada frontera.
(*) La Puerta Secreta,
comedia dramática, con Dirección de Patricia Velzi, textos
de Patricia Velzi y Fabián Nardini, actuación de Fabián
Nardini y Martín Quintana y Asistencia de Dirección de
Patricia Arrieta.