No quiero solamente irme yendo
sin cantar una levísima canción.
Una guarida queda en el corazón:
manantial de agua voy fluyendo
aunque mi voz infinita se pierde:
olvidamos la secreta cadencia
y las manos juntas- vasta presencia,
generosos hermanos del verde.
¿Quien pudiera volver al arrullo infantil
primitivo barro sagrado febril
que amasaba la orilla de los nombres?
El río en una danza de cabellos pasa
como cuando una madre nos abraza
y cura las
heridas de los hombres.
(Inédito
)