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Amigos

 

REYNALDO GARCÍA BLANCO

Textos



 

ALFONSINA Y EL BAR


No es posible que te llames así
y que vengas a este sitio
 
Los parroquianos cantan en desorden
y tú humedeces el cristal
 
¿Lágrimas
o escorpiones?
 
Esto he de contarlo
por ahora lo escribo
 
Que te llames Alfonsina
y vengas en las noches a llorar
donde los hombres vienen a reírse de la muerte
y el comienzo de la primavera.

 

 

 

 

ELLOS USAN ZAPATOS DE DOS TONOS

 

No importa si salen con el pie derecho

o con el izquierdo

 

Lo de ellos es trazar el territorio

la comarca que les pertenece

revalidar la asignatura pendiente

 

Ellos hacen el país

la posguerra

la economía y las rondas nocturnas

 

Tentados por la hoja que silba

se han sentado en las aceras

miran pasar el cadáver de sus amigos

y se juran la sangre

que a veces mancha

los zapatos de dos tonos.


 

 

ROMA A LAS ONCE

 

Cien cervezas se tambalean sobre una cuerda floja. El hombre que se parece a Zavattini nos amenaza con su bastón borgiano. Los denarios que nos quedan no bastan para una reliquia acaso un café, una revista, una merienda, una bolsa con alimentos para gatos. Hemos preguntado por los gladiadores y nadie nos oye, nadie nos responde.

Las runas de ayer nos dijeron que todo será un espejismo:

las palabras

el orgasmo

la pira

el amanecer.

Vamos sobre una cuerda floja y cien cervezas se tambalean como si el mundo fuera precisamente eso: un acto circense/una maniobra de Dios/y tan lejos que estamos de nuestras mujeres/de los cansancios insulares/y que venga un hombre parecido a Zavattini y nos amenace con su bastón borgiano/en Roma/ a las once.

 

 

 

 

 

MI MUJER PIDE QUE LE HAGA UNAS FOTOS

 

Es sábado

estoy  harto de las músicas del vecino

de la televisión

y el hedor de las piedrecillas sanitarias del gato

 

Mi mujer pide que le haga unas fotos

cruza las piernas

mueve la cabeza y se despeina

 

Llovió en la tarde

el olor del pasto sube cuatro pisos

se arremolina y mueve los tapices

 

Me siento en el piso

busco el ángulo inesperado

 

Al fondo la pared blanca

y mi mujer ahí

como si octubre fuera eso

una mujer sentada

convertida en píxeles mientras allá afuera

los vecinos hacen la vida

otras fotos.


 
 
 

 

 

OTROS CAMPOS DE BELLEZA ARMADA

Han de llegar otros campos de belleza armada. Perder la respiración en lo alto del camino. Esperar a que vuelva silbar el pájaro del silencio. Hacer un mapa sonámbulo que atraviese los páramos del sueño. Quedarnos en la quietud de la batalla, en ese ardor que deja la guerra. Contar de a pocos las heridas, los denarios, los participios que deja la saliva ardiente cuando se ha subido la cuesta. Han de llegar con sus viejos discos de 45 revoluciones por minutos, sus pancartas a contraluz, a contraluna, sus nanas para dormir al hijo que no van a tener. Campos que ya fueron arrasados por la ventisca, las bombas, los dinosaurios. Ahí vienen los que tuvieron otro nombre, otra leyenda y pasaron de largo como una sombra. Son los que se llevaron a Rimbaud en la mochila, se machacaron la memoria con César Vallejo y dejaron el hálito de una mujer encinta. Vienen de la frontera, del interior, de la selva que ya no es oscura. Se cuidan del asma, de la nostalgia, de los traidores. Vienen a pura luz, a tenor de una palabra que los nombra rumbo al misterio. Vienen con la guitarra, los lugares comunes que hacen la vida y la muerte. Vienen de cimitarra y con las manos chamuscadas. Otros campos de belleza armada para entrar despacio con la vida en ristre nos esperan. Nos esperan.

 
   


 

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